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martes, 27 de julio de 2021

Cine (9): Una acercamiento a la visión de la pareja en el cine. Richard Linklater: Trilogía "Before". (3 y último).

  Richard Linklater: Trilogía "Before". (3 y último).

A todas las preguntas planteadas por Antes del atardecer contestó Linklater, diez años después con su –hasta ahora- último film sobre esta pareja: Antes del anochecer (Before Mignight, 2013 1.). Continúa con esta película la reflexión sobre el universo emocional de los protagonistas y los análisis sobre cómo estos han encarrilado sus vidas juntos. 

La acción transcurre en esta ocasión en Grecia, en un espacio más genérico y menos determinado que una ciudad en concreto. Antonio L. Alarcón señala en su interesante análisis publicado en la revista Dirigido por (2) cómo “no es casual que a diferencia de los dos primeros capítulos de la trilogía –cuya ambientación, respectivamente, en Viena y en París, dotaba a las conversaciones entre ambos de un hálito intensamente cinematográfico, de un idealismo embriagador-, lo más intenso del intercambio verbal entre sus protagonistas tenga lugar en una habitación de hotel fría, no especialmente acogedora: la magia que definía a sus casuales (o no) encuentros se ha ahogado en la monotonía, en el día a día, y se ha transformado en pura rutina”, y considera, además, que la elección de Grecia no es casual ni arbitraria sino que ejemplifica cómo Antes del anochecer es la crónica de la derrota de una generación que quiso vivir mejor que sus padres a todos los niveles y que se ha encontrado con unas crisis permanentes en todo los terrenos que les ha imposibilitado, muchas veces, a pesar de todos sus cuestionamientos y sus intentos de construcción social, vivir como soñaban. La película constituye, pues, un baño de realidad, sin que eso signifique que caiga en un pesimismo existencial.

Probablemente, esta película es la más lograda de las tres -sin que ello vaya en demérito de las anteriores- y lo es porque me parece que el hecho de incluir más personajes, otras personas con las que compartir y enriquecer los diálogos, ayuda a conseguir que se cree una dinámica menos narcisista y más abierta a otro tipo de interactuaciones, lo que redunda en beneficio de la historia y de la comprensión de los personajes.
 Desde un punto de vista estilístico, aun manteniendo las equivalencias formales con las otras dos, como he señalado anteriormente, se opta –precisamente por lo que acabo de mencionar- por un montaje más dinámico en donde todo tipo de planos y secuencias comparten protagonismo con los muy amados por Linklater planos-secuencia.
Los protagonistas, que ya han sobrepasado los cuarenta, viven juntos y tienen dos hijas gemelas. 
El paso del tiempo se muestra en sus cuerpos y rostros. 
Ya no están tan frescos y lozanos como en la primera película pero eso no quita que sigan teniendo el cerebro ágil y la lengua tan bien dispuesta como en los films anteriores
Pasan las vacaciones de verano en Grecia, invitados por un amigo escritor y rodeados de otros amigos. Las reuniones a la hora de comer, sentados alrededor de una mesa bien ser-vida propicia interesantes conversaciones. Céline trabaja en una ONG y Jesse sigue escribiendo libros, con cierto éxito ya que parece puede vivir de ello. La película se inicia cuando Jesse lleva al aeropuerto al hijo de su anterior matrimonio que está pasando las vacaciones con ellos pero tiene que volver a los Estados Unidos. Céline le recoge en el aeropuerto y mientras van de regreso a la casa Jesse le comenta que tiene la sensación de que se está perdiendo buena parte de la vida de su hijo y que le gustaría estar más tiempo con él.
Este comentario desencadenará miedos más o menos inconscientes en ambos que irán desarrollándose y verbalizándose durante toda la película. A partir de ahí es un hablar sin cesar lo que exige al espectador atención y concentración para no perderse y para vincularse al proceso de encuentro-desencuentro-encuentro que se da durante todo el film.
Proceso similar al que se da entre las tres películas. 
Estas pueden verse, sin duda, independientemente. 
Cada una tiene su propia entidad y pueden entenderse a la perfección individualmente, pero no cabe duda que, como conjunto, se complementan a la perfección por lo que tienen de muestrario de un proceso vital en donde se pasa del amor romántico e impulsivo de la juventud, lleno de expectativas más o menos fantásticas e ideales inconcretos, a un amor mucho más maduro sobre el que se construye una relación adulta, con sus buenos momentos y con sus altibajos, lejos ya de cuentos de hadas o ensoñaciones adolescentes
Si algo tiene Antes del anochecer es que se convierte en una buena defensa de lo que la pareja tiene de compromiso y de proceso de maduración sin que ello sea casarse con una losa o hundirse en un tipo de auto-destrucción a los Revolutionary Road. 
Linklater, más allá de que le guste o no a uno su peculiar estilo, es capaz de retratar problemas y situaciones habituales y cotidianas mostrándolas desde un punto de vista realista, sin pesimismos límites, reconociendo que el complejo proceso tiene aristas pero también muchos aspectos buenos.
 No son personajes lo que vemos, son personas
Quizás no tengan el glamour y la fascinación de aquellos ídolos de antaño ni lo que viven o lo que nos cuentan sea especialmente fascinante, pero seguro que cualquiera puede identificarse con ellos y sentirse, en algunos puntos, cercano a sus vivencias y eso, queramos o no, tiene un cierto efecto terapéutico que no debe ni puede desdeñarse (no es necesario, desde luego, desmerecer los sueños hollywoodenses; todo, en la dosis correcta tiene cabida, pero como el cine construye tanto las imágenes con las que nos reconocemos y con las que forjamos muchas de nuestras fantasías, no está mal que, de cuando en cuando, éste incorpore gotas de realidad, aunque sea para minimizar la sensación de ser un bicho raro porque uno no sea un héroe o no consiga hacer desfallecer a las damas con un meneo de pestañas).

Conclusiones.
Hacer cine no es, según la opinión de algunos, hacer psicología o sociología. 
 Ciertamente una película no es un tratado académico que deba versar u opinar con un método científico sobre lo divino o lo humano, pero no cabe ninguna duda de que como arte que es –o debería ser aunque algunos prefieran reducirlo exclusivamente a industria- el cine tiene mucho que decir sobre diferentes y variadas cosas. 
No siempre, no constantemente, pero sí se agradece el que además de espectáculo, de ser entretenimiento y diversión, esa máquina de producir sueños produzca también ideas, cuestione realidades y sensibilice sobre situaciones o hechos sobre los que nunca viene mal tener conciencia.
 Si lo hace creativamente, mejor que mejor; que consigue a la vez fascinarnos y entretenernos……¡bienvenido sea!
Los tres directores que hemos tenido oportunidad de ver, tienen films de muy diferente nivel y sobre los más variados temas.
 Las películas que aquí hemos analizado reflejan su preocupación por el cómo estamos resolviendo los problemas que plantea, en nuestra sociedad pos-moderna –en todas las culturas, somos humanos-, la relación de pareja, la creación de una familia. 
En buena parte, los tres (Lee, Mendes, Linklater) mantienen unas tesis concretas apoyándose en guiones inteligentes, en unas puestas en escena brillantes y en unas actuaciones más que meritorias
Sus conclusiones, o lo que quieren mostrarnos, puede parecernos bien o mal, gustarnos o no, pero no cabe duda de que son unos ejercicios de reflexión dignos de ser tenidos en cuenta. 

Su grado de precisión psicológica o de detallismo sociológico quizás pueda también cuestionarse (como cualquier otra obra de arte). Nadie puede concebir el film total; mucho menos ofrecer una visión definitiva sobre nada. Se trata, mas bien, de observar unos mosaicos que suenen a auténticos; acceder a unas problemáticas que despierten el interés no solo por la brillantez del espectáculo sino porque conecten con algo más profundo o nos sirvan de herramientas para comprender mejor la sociedad en la que vivimos. Lejos de las idealizaciones pseudo-románticas de los años treinta y cuarenta, estos tres directores aportan una visión realista, aunque a veces esté teñida de cierto pesimismo, sobre lo que es y puede ser una relación de pareja. 
Lee evoluciona del buenismo bienintencionado a la mirada gélida; 
Mendes, prefiere el análisis temperamental o la mirada ácida sobre un sistema cruelmente sibilino; por último Linklater opta por ofrecernos una versión coloquial y realista de la pareja.

¿Cuál atina más? 
La respuesta, lejos de ser única, es tan variada y compleja –caleidoscópica, diría yo- como puede serlo cada espectador que se siente a ver las películas: de lo particular y concreto que se les muestre podrán obtener unas conclusiones que no tendrán por qué ser necesariamente las de los directores. Estos habrán conseguido su función si, después de haber visto las películas, éstas tienen la suficiente fuerza e interés como para hacernos reflexionar sobre lo que tratan. 

Notas.
(1) Sobre Antes del anochecer:

Bibliografía:
-Lens, J. y Ortiz, F.J. Hasta donde el cine nos lleve.
-VVAA (Equipo Reseña), Cine para leer 1994, Mensajero, Bilbao, 1999
-VVAA (Equipo Reseña), Cine para leer 1996, Mensajero, Bilbao, 1999
-VVAA (Equipo Reseña), Cine para leer 1998, Mensajero, Bilbao, 1999.
-VVAA, Dirigido por…nº 238. Septiembre 1995, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 262. Noviembre 1997, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 286. Enero 2000, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 338. Octubre 2004, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 435. Julio/Agosto 2013, Barcelona.
-VVAA, Imágenes de actualidad. nº 286. Diciembre 2008, Barcelona.
-VVAA, Estrenos 1997.Todos los estrenos del año. Ediciones JC, Madrid, 1997.
-VVAA, Estrenos 2004.Todos los estrenos del año. Ediciones JC, Madrid, 2004.

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al autor o autores referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, social o humano, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico.
Las opiniones expuestas en el post son referencias para la reflexión y no presuponen la postura oficial de Teléfono de la Esperanza

martes, 20 de julio de 2021

Cine (8): Un acercamiento a la visión de la pareja en el cine. Richard Linklater: Trilogía "Before" (2).

 -Richard Linklater. Trilogía "Before"-

-continuación-

La respuesta de Linklater a las preguntas de los protagonistas de Antes del amanecer (y a las que se hicieron también los espectadores sobre ellos) nos la ofrecería, nueve años después, el mismo director con Antes del atardecer (Before Sunset, 2004 1). 

Por lo que cuentan algunos cronistas, fue el crítico de cine Robin Wood, al escribir un artículo en el número cuarenta y uno de la revista “Cine-Action”, el que más especuló sobre el futuro de la relación iniciada por Céline y Jesse. La promesa de reunirse de nuevo los dos, seis meses después….¿se cumplió? Y, si no fue así, ¿por qué?. 

No sabemos con certeza si Richard Linklater leyó o no el citado artículo, pero la secuela –si así podemos llamarla- se abrió paso tejiendo respuestas a los porqués y fabulando sobre la maduración de los protagonistas que, si en la primera película eran unos jóvenes e inquietos estudiantes que viajaban por Europa, en la segunda son ya unos treintañeros que han encarrilado profesionalmente sus vidas y que han ido sumado a sus espaldas muchas experiencias que les han hecho madurar. 
El mosaico es, pues, diferente, porque a las ilusiones de la juventud se añade ahora el recorrido de diez años desde el primer encuentro. En esta película no se ofrecen excesivas variaciones formales respecto al anterior film (de hecho, tampoco variará sustancialmente el formato y estilo en la tercera y última entrega): el peso fundamental del film sigue recayendo en el guion y los actores. 
La historia varia en sus detalles –lógicamente-, pero la propuesta es similar ya que se da de nuevo un encuentro entre los mismos protagonistas y todo gira alrededor de su puesta al día después de todos los años pasados. Es, sin duda, un film hablado. El predominio de los diálogos es absoluto.
Céline y Jesse se encuentran en la famosa librería parisina Shakespeare & Co. Ella vive allí, en París, y él ha ido a presentar la novela que ha escrito inspirada en su primer encuentro en Viena. En la rueda de prensa que se realiza al final de la presentación, los periodistas y curiosos oyentes intentan indagar sobre si en el libro hay referencias autobiográficas, él procura escurrir el bulto alegando que en todo libro hay vivencias propias mezcladas con la imaginación.
 Las preguntas que le lanzan son las que los espectadores del anterior largometraje querrían aclarar: ¿existió realmente esa joven francesa que conoció en un tren y con la que pasó una noche? (nosotros sabemos que sí) ¿Volvió a encontrarse con esa joven? ¿Qué pasó después? Jesse juega con las posibilidades de un encuentro, pero no desvela a sus oyentes qué pasó en realidad. 
Casi oculta en la sombra y rodeada de los libros del local, Céline escucha entre fascinada e incrédula las palabras de su amigo. Cuando se saludan parece que brota de nuevo la curiosidad y el interés mutuo de antaño y deciden ponerse al día aprovechando las pocas horas que quedan para que Jesse coja el avión de vuelta a su país.

A partir de ahí presenciamos un largo paseo –con parada en un café incluida- en el que los protagonistas se cuentan sus vidas y charlan de absolutamente todo, desde lo más coloquial a lo más filosófico. La cámara les sigue en largos travellings y no pierde detalle de los coloquios ni de sus gestos. París, al igual que Viena en la película anterior, se convierte en el decorado perfecto para un encuentro de adultos que repasan éxitos y fracasos, sueños perdidos e ilusiones vigentes y que intentan, sobre todo, aclarar por qué no fue posible el encuentro que habían acordado hace diez años y cómo hubieran sido sus vidas si éste se hubiese producido.
Despejadas las dudas sobre si fueron a Viena (él si fue, ella no pudo porque el mismo día de la cita murió su abuela), todas las conversaciones que mantienen nos descubren a dos adultos que se enfrentan a los problemas cotidianos de la manera que mejor saben
Ya no hay tantas ilusiones o expectativas como antaño sino, más bien, esfuerzos por sobrevivir a la cotidianidad y a las incidencias que imponen los trabajos de cada uno. Ante las propuestas casi de inspiración zen de él para sobrellevar la vida, Céline le contesta: ¿No desear nada no es un síntoma de depresiónDesear algo es bonito”….pero él tiene una visión algo más desencantada: “La vida es dura. Tiene que serlo. Si no sufriéramos no aprenderíamos nada”

Poco queda de aquellos jóvenes en lo que todo era posible. La vida se impone necesariamente (“¡quisiera hacer tanto y hago tan poco!”). La vida, como experta maestra que es, les ha enseñado cosas que antes ni siquiera sospechaban. A medida que transcurre la acción en Antes del atardecer, vamos viendo cómo la teórica satisfacción profesional que han alcanzado ambos (él es escritor –que es lo que quería ser- y ella trabaja vinculada a los temas sociales que le interesaban) no basta para paliar la insatisfacción que sienten a nivel profundo ante otros aspectos de su vida. “Llegar realmente a comunicarse con las personas es muy difícil”. “Obviamente no llevo bien una relación en el día a día”. “Solo cuando estoy sola me siento enteramente feliz”. “La realidad y el amor son conceptos contradictorios para mí”. “El amor de tu vida es un concepto absurdo”. 

Pero, como suele pasar muchas veces, una cosa es lo que se verbaliza y cómo se verbaliza y otra, diferente -a veces muy diferente-, lo que realmente se siente.

La discusión en el interior del taxi camino de la casa de Céline, es, uno de los mejores momentos de la película y el elemento de catarsis, que demuestra esa tensión permanente entre lo que se piensa –o lo que cree uno que piensa- y lo que se siente o se desea. ¿Crees que sólo tú te mueres por dentro?. La película termina, al igual que la anterior, con un final abierto que permite especular con las posibilidades sobre lo que puede pasar. ¿Perderá Jesse el avión? ¿Renacerá entre ellos de nuevo la ilusión por el amor? ¿Podrá su madurez plantearse una relación diferente y más plena de la que viven, cada uno por su lado, ahora?
Las respuestas las veremos en el siguiente post.
-continuará-

Notas.
(1) Sobre Antes del atardecer:

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al autor o autores referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, social o humano, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
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martes, 13 de julio de 2021

Cine (7): Un acercamiento a la visión de la pareja en el cine actual. Richard Linklater: La trilogia "Before" (1).

 Richard Linklater: La trilogía “Before”.

Richard Linklater empezó lo que acabaría siendo una trilogía en 1995. 
Cuando realizó la primera película (Antes del amanecer/ Before Sunrise, 19951) no sospechaba que sería el inicio de lo que, finalmente, acabó siendo un curioso experimento de análisis de una pareja a través de diferentes momentos de su vida y a lo largo de casi veinte años. 
Al parecer, él no pretendía nada más que aportar una perspectiva natural, desenfadada y espontánea, sobre la relación de una pareja de jóvenes de los noventa
En este sentido se alejó mucho de las perspectivas adoptadas por otros directores (tal y como hemos podido ver) y adoptó un aire documentalista que hizo del film algo fresco y diferente a lo hecho hasta ese momento, consiguiendo llegar así a un público joven, posmoderno, que consideraba como caducas muchas de las batallas y de los planteamientos anteriores.
Antes del amanecer fue su tercera película y narraba en ella una historia sencilla, con un cierto aire a Breve encuentro (2), pero con un estilo tan directo y cercano que alejaba al film de posibles comparaciones con la película de David Lean. 
Un joven norteamericano (Jesse/Ethan Hawke) y una chica francesa (Céline/Julie Delpy) se conocen cuando viajan en un tren y deciden pasar una noche juntos disfrutando de Viena. Se inicia entonces un proceso de descubrimiento mutuo a través de permanentes conversaciones que adquieren un inusual peso en una cinta que los convierte en protagonistas absolutos y prácticamente omnipresentes. 
Algunos críticos y espectadores la definieron “una película en la que no paran de hablar”, aunque no por eso se desaprovecha la oportunidad de filmar el entorno con algunos "momentos de postal" que contribuyen a dotar de escenografía romántica a un film en el que, ciertamente, se priman mucho los diálogos. 
Podría decirse que Linklater asumió de esta manera un cierto estilo europeo, estilo que parece darle a su película un toque “francés” (o sueco), aunque también podríamos buscarle semejanzas con su compatriota Woody Allen, si no fuese porque ese afán naturalista que pretende conseguir  Linklater lo aleja de los posturas irónicas (y a veces causticas) del ínclito realizador neoyorquino. 
El trabajo del director que nos ocupa con los diálogos quiere mostrar claramente cómo eran los jóvenes en el momento en que se filmó la película y reflejan muy bien lo que pensaban o sentían muchos jóvenes de aquellos años a pesar de que Linklater tiene algunas dificultades en su intento de evitar caer en determinados tópicos.
Mankiewick –director genial- se retiró pronto del cine porque consideraba que los espectadores habían renunciado a la inteligencia de los diálogos a cambio de una sobredosis de imágenes. Es, hasta cierto punto, difícil decir si los diálogos de Linklater son especialmente inteligentes (al menos en el sentido que pensaba Mankiewick) pero sí es verdad que adquieren un protagonismo esencial en el film y en toda la serie Before, determinando muchas veces la planificación del montaje, ya que opta por largos planos-secuencia que posibilitan el adecuado seguimiento de las conversaciones. 
Es, en este sentido, un planteamiento curioso y original,  aunque no sea siempre bienvenido por ese público que criticaba Mankiewick y que prefiere la acción constante y los montajes hiper rápidos a las disertaciones sin fin que pueden hacerles pensar o, simplemente, sumirles en un aburrimiento mortal.
Uno de los grandes méritos de Linklater fue el no desaprovechar a los actores, captando con brillantez la sutil química que se daba entre ellos y que dotaba a la película de uno de sus mayores atractivos a la vez que conseguía que uno se preguntase –como de hecho se preguntaron muchos espectadores y críticos en su momento- qué es lo que iba a pasar con Jesse y Celine ya que la película dejaba la historia sin dar pistas al respecto en un claro ejemplo de final abierto y, por lo tanto, lleno de posibilidades.
-continuará-

Notas.
(1) Sobre Antes del amanecer:

(2) Sobre Breve encuentro:


Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al autor o autores referenciados.
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sábado, 10 de julio de 2021

Miscelánea: Frank Outlaw.

Aunque Frank Jackson "Outlaw" (1856-1930), fue un vaquero que acabó siendo un forajido, su frase ha trascendido a través del tiempo porque encierra la sabiduría de la autopercepción y trasluce una realidad evidente a todos, aunque muchas veces nos cueste aceptarlo: somos responsables de muchas de las cosas que nos pasan y, también, de su posible modificación.

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al autor o autores referenciados.
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miércoles, 7 de julio de 2021

Cine (6): Un acercamiento a la visión de la pareja en el cine actual. "Revolutionary road". Sam Mendes (2008).

  Sam Mendes (cont.). "Revolutionary road".

Revolutionary Road (2008) es una película basada en la novela del mismo nombre del escritor Richard Yates (1), considerado en la actualidad uno de los escritores norteamericanos más emblemáticos, a la altura de un Salinger o de un Cheever.
En esta película Sam Mendes abandona el tono de sorna agridulce (aunque no carente de causticidad) de American Beauty y se sumerge en la desesperanzadora realidad del matrimonio Wheeler, siguiendo el espíritu de la novela en la que se basa el film, que pretendía mostrar el alto grado de frustración ante el imposible ideal norteamericano y las dificultades existentes para realizarse en la llamada edad de la ansiedad.
Revolutionary Road (2) comienza con unos planos en los que se nos muestra cómo los protagonistas se van descubriendo. 
Una canción romántica envuelve el conjunto de confesiones que cada uno va haciendo al otro sobre sus sueños y expectativas.
Una vez casados la realidad empieza a demostrarse como lo que es: dura. 

La ilusión de April Wheeler (Kate Winslet) de convertirse en actriz naufraga ante el fracaso de la representación teatral en la que participa. Este fracaso –y la interpretación que de él hace su marido Frank (Leonardo de Caprio)- es mal digerido por ambos. 
El diálogo de los protagonistas en el coche, de regreso a casa después del estreno fallido, se convierte en un particular cóctel con altas dosis de condescendencia, incomunicación y desencuentro. 
La rabia, en principio comedida, acaba desatándose en mil y un reproches que reflejan muy bien la realidad frustrante y castradora que ambos proyectan en su matrimonio. A partir de ahí se inicia un constante descenso hacia los idílicos infiernos familiares, azuzados –para más presión- por las expectativas que hay puestas sobre ellos, "los simpáticos y jóvenes Wheeler", tan diferentes y prometedores.

La buena música de Thomas Newman (3) –habitual autor de las bandas sonoras de las películas de Mendes- se encarga de establecer un paralelismo inconsciente con American Beauty, en donde el protagonista confesaba sin pudor que el mejor momento del día era la paja matutina en la ducha y que, a partir de ahí, todo sería descenso.
Claro que aquí el descenso no tiene ninguna vis cómica. Las expectativas sociales van enmarañando sutilmente a los protagonistas. La llegada de los hijos implica la necesidad de conseguir una casa que esté a la altura (en boca de la vendedora de la inmobiliaria –Kathy Bates- (prototipo de los embaucadores del sistema), cualquier casa es una oportunidad, cuando no una monada –necesaria-). 
Él, desencantado y aburrido en un trabajo como el de su padre -que se había jurado no realizar nunca- alivia tensiones e infla su ego flirteando con secretarias de poca monta. Ella, frustrada en sus aspiraciones artísticas y hastiada por verse –precisamente- en un papel que nunca había querido desempeñar, intenta mantener las apariencias como buena ama de casa y solícita anfitriona, sobre todo cuando se ve comprometida por vecinos felices o entrometidas amables que intentan traspasarle sus problemas. Nobleza obliga y, como bien señala el personaje de Kathy Bates, “erais diferentes, parecíais especiales… y lo seguís siendo, claro”. 
Una idealización que se teje como un corsé, como una tela de araña que va asfixiando a sus víctimas porque les impide moverse, cambiar.

Cuando Frank cumple los treinta años decide celebrarlos fuera del hogar con una canita al aire y dentro del hogar con una forzada y tradicional cena de cumpleaños (que solo consigue que él se sienta culpable por su engaño). Con todo, en un momento dado, la posibilidad de cortar de raíz con lo conveniente y revivir en una ciudad fetiche como París se experimenta como posible y cercana: “¡la gente allí está viva, no como aquí!”. Las ilusiones y las ganas de remontar parecen que van a terminar venciendo. Ella está dispuesta a trabajar en un puesto bien remunerado para mantener a la familia y para que él se replantee qué quiere y puede hacer sin agobios ni limitaciones…..pero los buenos –y convencionales vecinos- cuestionan la aventura. Los compañeros de trabajo de él, también. A fin de cuentas entrar en un cambio radical implica que se movilicen todas aquellas fuerzas que se atisban como un peligro para su propio status quo: al sistema no le gustan los disidentes ni las fugas de aquellos que lo sostienen. Todo son, a partir de entonces, pequeñas pullas que consiguen ir minando la seguridad sobre la conveniencia de lo que se debe hacer: ¿pero a santo de qué os vais a marchar?, ¿y qué vas a hacer Frank mientras ella te mantiene?
El planteamiento inicial (“huimos de esta vida, irremediablemente vacía de aquí”) se va trastocando ante las llamadas a la responsabilidad (la sabiduría del tonto: “si quieres jugar a las casitas tienes que tener un trabajo que no te guste”) o la tentación en forma de subida de sueldo y reconocimiento (principal enganche de Frank). Además un nuevo e inesperado embarazo de ella pesa como una losa ante lo que ya no se visualiza. Lo que antes era esencia ahora se ve como no tan perentorio y, desde luego, mucho menos necesario: los adorables niños necesitan estabilidad y bienestar.


En esta película es el verano -al contrario que en "La tormenta de hielo" que hemos visto anteriormente- el que altera la realidad, calienta la sangre y desata las discusiones y los enfrentamientos. 
April se rebela más visceralmente que él: “¿Quién ha inventado estas normas?” .
Se siente aprisionada en su condición de madre. 
Lo normal y lo establecido se convierte en una sutil prisión porque cuestionarlo implica, necesariamente, pasar por el "loquero". Lo que constituye la felicidad oficial y estándar se transmuta en una muerte lenta para los protagonistas con pequeños momentos de desahogo, pero sin que se rebaje prácticamente nunca una tensión y un hastío que van in crescendo y que reclaman a gritos, curiosamente, incomunicación, más que palabras. Como bien dice April harta de palabras y pocos hechos: “¡¿Pasaría algo si no hablásemos de nada?!”. 
Mendes y Yates no vislumbran una solución feliz: fingir, creer que “lo que hay (santo y seña del realismo, pero también, en muchas ocasiones, de la complicidad estúpida) es lo que debe ser.
No pensar, no sentir, porque la visión del matrimonio que nos muestra la película significa renunciar, anclarse, una forma sutil de destrucción psicológica. Una crítica acerva a formas de relación que anquilosan y dañan.
La escena final resulta, en cierta medida, antológica: el marido de la vendedora de casas que ha vendido "el paraíso" a la joven pareja en crisis, ante el parloteo vacuo de su mujer, quita poco a poco el sonido del audífono para no escuchar la cháchara mientras finge que está escuchándola
Toda una declaración de principios (y, a veces, un método de prudente supervivencia). 
De la ironía y cáustica sorna de American Beauty hemos pasado a la aspereza y sufrimiento de Revolutionary Road; dos miradas ¿complementarias? de una realidad que no parecen permitir más lecturas que el idealismo ñoño o la ácida crítica aunque, afortunadamente, hay otros directores como Richard Linklater que prefieren pensar que sí es posible otro enfoque.

Notas:

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al autor o autores referenciados.
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miércoles, 23 de junio de 2021

Cine (5): Un acercamiento a la visión de la pareja en el cine actual. Sam Mendes. "American Beauty"

        Sam Mendes: American Beauty (1999).

Pasamos de un análisis demoledor a otro no menos demoledor, aunque algo más cálido (e irónico). 
Sam Mendes dirigió American Beauty (1), como ya hemos señalado antes, en 1999. 
La película comienza con la impactante declaración de su protagonista Lester Burnham (el siempre brillante Kevin Spacey): “Me llamo Lester Burnham. Este es mi barrio. Esta es mi calle. Esta es mi vida. Tengo 42 años. En menos de un año habré muerto. Claro que eso no lo sé aún. Y, en cierto modo, ya estoy muerto”. 
Un inicio que hace recordar al de El crepúsculo de los dioses (2), en donde también el protagonista, Joe Gillis, se presentaba como narrador post-mortem mientras nos iba describiendo un mundo anclado en el pasado y sin ninguna posibilidad de revivir.
A partir de ahí la trama va en un permanente in crescendo que augura un final poco ortodoxo pero que, desde luego, consigue que uno no tenga la sensación de estar viendo un simple film costumbrista sino, más bien, la de estar observando una ácida crítica social que va desmantelando muchos de los tópicos del american way life, probablemente para disgusto de ingenuos o de defensores de idealismos trasnochados.

Para Antonio Castro, acreditado crítico cinematográfico, seguramente sea el personaje de Lester el que experimenta suficiente cambio interior como para acabar purificado, aunque en ese proceso sea el único muerto (toda catarsis necesita una víctima): “Lester, que aparece al comienzo como el más débil, el que ha abdicado de todo y al que sólo le queda masturbarse en la ducha o morirse de ganas de acostarse con Ángela, la rubia adolescente amiga de su hija, acabará siendo el que de alguna manera se redime, comprendiendo también que en Ángela predomina la apariencia y renunciando, por responsabilidad, a la consecución de un sueño largamente acariciado (3).

Casi en el polo opuesto se encuentra el personaje de la mujer de Lester, Carolyn (interpretado genialmente por Anette Bening). Su imagen de lo que significa el éxito es tan imperiosamente determinante que le impide ver cómo su matrimonio y su vida se van al garete. 

Ella asume hasta el tuétano las reglas que la sociedad exige para el triunfo, cueste lo que cueste aplicarlas en su vida e, incluso, cuando es necesario, recurre a cintas de autoayuda (¡cuántos estragos ha hecho la divulgación poco adecuada de la psicología!).
 Curiosamente es ella la que cultiva con mimo las rosas rojas que reciben el nombre de “American Beauty, unas rosas que exigen extremados cuidados artificiales para conseguir que tengan una apariencia perfecta, lo que no deja de ser una hermosa metáfora de lo que es la vida de Carolyn  –en este sentido prototípica de la de muchas y muchos-: 
belleza que sólo es apariencia. 
Imagen de éxito, con todos los aditivos que se quiera, pero que esconde los problemas y procura maquillarlos. Hay, en este sentido, bastante paralelismo entre La tormenta de hielo y este film de Mendes: tanto el hielo como el perfume de la rosa camuflan los malos olores; el primero impidiendo olerlos, el segundo disimulándolos bajo un perfume aparentemente encantador
En ambas películas se nos muestra una sociedad que prefiere más aparentar que sanear.

El resto de los personajes van en consonancia con esta visión crítica o, al menos, descamufladora. Frank Fitts (Chris Cooper) es un coronel del ejército con tensiones reprimidas que proyecta en su hijo Ricky (Wes Bentley), el cual, a pesar de su afán por filmar la belleza (hermosa escena de la bolsa bamboleada por el viento), procura ganarse la vida traficando con marihuana. Ángela Hayes (Mena Suvari) es la mejor amiga de la hija de Lester, Jane (Thora Birch, en un papel de adolescente indolente), y una mujer suficientemente libre como para desear acostarse con el padre de su amiga (si estuviese más cachas), demostrando tener una mayor precocidad sexual que ella.
La decisión de Lester de cambiar de rumbo totalmente su vida produce suficiente conmoción como para desatar reacciones en casi todos los miembros de su círculo, pero aquí la muerte hace, al igual que en la película anteriormente analizada, tomar conciencia
Es el disparo que acaba con la vida del narrador el que propicia nuevas reacciones en Ricky, Ángela, Jane e incluso Carolyn. Las palabras finales de Lester son dignas de ser tenidas en cuenta por el espectador: “Supongo que podría estar bastante cabreado con lo que pasó, pero me cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la contemplase toda a la vez y me abruma. Mi corazón se hincha como un globo que está a punto de estallar…..pero recuerdo que debo relajarme y no aferrarme demasiado a ella, y entonces fluye a través de mi como la lluvia y no siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida…..”.

El ya mencionado Antonio Castro mostraba, en el mismo artículo citado anteriormente (ver nota 3), su malestar por el hecho de que se reconociesen todos los méritos de la película a Sam Mendes, como si él hubiese sido el autor total de la película. Según este crítico la industria cinematográfica norteamericana es demasiado diferente de la europea como para hablar –salvo contadas excepciones- de cine de autor y, además, Mendes fue llamado por los productores Bruce Cohen y Dan Jinks, cuando estos tenían una idea muy precisa de lo que querían hacer y contaban ya con el genial guion de Alan Ball. 
El director fue quien coordinó la elaboración de un guiso cuyos elementos ya estaban decididos de antemano, pero no parece que eso reste valor a la labor de Mendes que llevó el proyecto a muy buen puerto demostrando arte y habilidad en plasmar la tesis del film: todo indica que uno no se puede fiar de las apariencias y que, en muchas ocasiones, el que parece más sano y triunfador, es, precisamente, el que está más podrido y maleado y que el que va de looser puede ser, posiblemente por no haber caído en las redes que la sociedad impone, quien demuestre mayor grado de lucidez. Y de las redes maléficas del sistema hablará también Mendes, tal y cómo veremos en el próximo post, en Revolutionary road.

Notas:
(2). El crepúsculo de los dioses. El crepúsculo de los dioses (1950) - FilmAffinity
(3). Castro, Antonio. Articulo “A contracorriente”. DIRIGIDO POR nº 286, Enero 2000. P.30

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